¿Por qué tienes que viajar como mochilera por Latinoamérica?


Lago Titicaca (Bolivia – Perú)
Es un gran clásico escuchar la idea errónea de que una mujer no puede viajar sola y menos como mochilera, un viaje en el que no todo está planificado y en la ruta hay lugar para la improvisación. Yo también tuve los mismos miedos que quizás tú tengas ahora, si eres una chica que se está planteando viajar por un tiempo sin compañía. No hay recetas mágicas, solo hace falta tener ganas y dar el paso. Lo más difícil es situarte al otro lado de la puerta de tu casa, a partir de ahí todo se da solo. Creo que es peor arrepentirte de algo que jamás has hecho, en vez de hacerlo de algo que sí hiciste. Pero estoy convencida de que nunca te arrepentirás de ponerte una mochila a la espalda.
Todo lo que aprendí en ese verano, durante mi primer gran viaje como mochilera por un continente desconocido, no se puede comparar con algo que haya hecho antes. No hay libros que lo describan y no basta con escuchar a personas que hicieron lo mismo. La juventud está para vivirla, exprimirla y lo que importa es el presente. Carece de sentido pensar en el pasado o el futuro. Hay el dicho que el tiempo vuela, muy cierto. Y no te engañes, el perfil del mochilero no es solo para gente joven que no tiene dinero… no hay unas únicas características. Para mí, un mochilero es un soñador. Sí, así de cursi. Alguien que quiere conocer otros mundos y mezclarse con locales: saborear nuevas comidas, hablar otro idioma, charlar sobre otras culturas… Aprender de los pequeños detalles y abandonar toda clase de prejuicio.
No tengo claro cómo explicar con palabras todas las sensaciones que me invadieron cuando vacié la mochila en mi departamento de Valparaíso, o lo que pensé en julio del 2015 al subir a un avión y regresar a España. Simplemente lo puedo describir como un gran aprendizaje y me gustaría compartir lo que escribí el 20 de diciembre del 2015, un año después de mi ruta por Latinoamérica.
Hace un año que comencé mi andadura por Latinoamérica con tan sólo una mochila, un sueño hecho realidad. Era inexperta y tenía muchos miedos, sin embargo sabía que sería una gran experiencia. Para mí Chile, Argentina, Uruguay, Brasil, Paraguay, Bolivia y Perú fueron mucho más que bonitos paisajes. Viajar hizo que abriese los ojos y viese una realidad que desconocía. Caminar durante tres meses por un nuevo continente me aportó muchísimas cosas y era lo que necesitaba en ese momento. Gané seguridad, confianza, valentía y motivación. Me hizo amar todavía más la sociología, el querer conocer otras culturas e integrarte en sociedades que nada tienen que ver con mi zona de confort. Me di cuenta de que menos es más. Experimenté la soledad, la libertad, la morriña y el sabor amargo de las despedidas.
Sin dudarlo, lo que me quedo de Latinoamérica es su gente. Puede que tengan menos recursos, pero cuentan con mayor humanidad y compañerismo. Me hicieron sentir como en casa, cuando los míos estaban a miles de kilómetros de distancia. Comprendí que había muchas diferencias entre nosotros y al mismo tiempo pocas. Me dieron lecciones de madurez, humildad y tolerancia que no se enseñan en el aula.
El tiempo ha pasado y ahora me encuentro al otro lado del Atlántico, pero mis recuerdos continúan vivos. Jamás podría olvidar todo lo que me regaló Latinoamérica, en especial Chile. Ese país alargado y del que casi no sabía nada, consiguió que confiase más en mí y en mis capacidades. Aprendí de mis errores y continué adelante. También conocí a gente maravillosa que me dio todo su cariño y apoyo, con algunos mantengo el contacto y con otros lamento habernos distanciado pero ello no significa que no me hayan dejado huella. Y nunca podré parar de agradecer a mi familia adoptiva chilena lo que hicieron, porque me abrieron las puertas de su casa cuando más lo necesitaba.
Latinoamérica me hizo sentir.
Sin duda, a Chile se fue una niña y regresó una mujer con las ideas bien claras. Si estás pensando en viajar, que ser mujer nunca sea una razón para no hacerlo. Somos muchas las que con pequeños pasos, le echamos un pulso al patriarcado y rompemos el techo de cristal que nos han impuesto. Todo parece imposible hasta que se hace.
Y ya lo he dicho muchas veces, lo repito constantemente, no me gusta que me idealicen. Si yo lo he hecho, es porque cualquiera puede. Hay muchos peligros ahí fuera pero intento que el miedo no me frene. Y sí, no todo fue perfecto: la vez que me perdí en Sao Paulo: Día 31: Sao Paulo, mi mal trago en la frontera de Bolivia y Perú: Día 58: Mi llegada a Perú. Puno., mi ataque de asma en Potosí: Día 48: Potosí. La ciudad de las minas, lo insegura que estaba cuando llegué a Mendoza: Día 1: llegada a Mendoza (Argentina)… Ser valiente no guarda relación con no tener miedo, ser valiente es aprender a controlar el miedo. A mí me llamaron loca e inconsciente cuando decidí irme como mochilera por Latinoamérica. Imagínatelo, una española de 20 años sola por ahí adelante.
Sin embargo, considero que la rutina sí es peligrosa. Al igual que el no cumplir tus sueños y el no atreverte a perseguir tus metas. Una de las razones por las que dedico mi tiempo a este blog, es contar en primera persona que una mujer mochilera no es una locura ni una invitación al suicidio. Anímate, no estás sola.
Mi aventura por Latinoamérica:
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