Verona y Lazise: lugares que sorprenden

Verona es la ciudad de Romeo y Julieta. Sin duda, uno de los lugares más bonitos que he visto de Italia. Por supuesto que es famosa, pero Roma le quita mucho protagonismo y muchos viajeros pasan por el país sin acercarse al norte. Nosotros, Maarten y yo, llegamos por la tarde. Fueron muchas horas de tren con una parada técnica en Bolonia. Teníamos que situarnos y pensar dónde dormir esa noche, la idea era no pagar. La estación no estaba cerca del centro, tendríamos que andar o bien coger un autobús urbano. En uno de los paneles con información turística, había un mapa de la zona. Cerca de Verona estaba el Lago de Garda.

Verona

Lago de Garda, Lazise
Uno de los pueblos que bordeaba el lago era, Lazise. Pagamos cuatro euros de autobús y fuimos directos. Pensamos que podríamos acampar en cualquier lugar o pagar un camping, era mejor pagar por estar en plena naturaleza que en la ciudad. Teníamos todo el día siguiente para patear Verona y morirnos de calor por sus calles empedradas. Sin las mochilas a la espalda, todo sonaba mejor. Tardamos casi una hora, el autobús hacía muchas paradas. Por la ventanilla podíamos ver que el buen tiempo no nos acompañaría, probablemente estábamos cerca de 25 grados pero el cielo se llenaba de nubes grises.
Cuando pusimos un pie en tierra, lo primero que hicimos fue pasar por el supermercado. Necesitábamos provisiones y recurrimos a: bocadillos de mantequilla (burro en italiano) y una mortadela muy graciosa porque las lonchas son como sábanas. Para no parecer tan miserables, compramos comida para el desayuno y algo de fruta. Empezaba la operación: ¿Dónde demonios dormimos hoy? En la orilla del lago hay varios campings, caminamos un par de kilómetros hasta llegar y preguntamos en uno cuánto nos costaría pasar la noche. El precio era 30 euros, por simplemente echar la tienda y tener derecho a una ducha con agua caliente. Un timo. La mujer que me atendió fue muy simpática, le expliqué la situación y el presupuesto limitado con el que viajábamos. Me dijo, honestamente, que las parcelas que le quedaban eran las peores del camping. Estaba a punto de llover, mucho y con truenos y rayos, y probablemente se inundase esa parte del camping.

Mortadela de Italia: una sábana
Entonces, en inglés, le pregunté qué haría ella en mi lugar. Esperaba que me dijese un lugar bueno para acampar gratis, fuera de sus ´´lujosas instalaciones´´. Igualmente dormiría en el suelo y podía pasar un día sin ducharme con agua caliente. Se rió y me dijo: ´´la verdad es que no os compensa gastar 30 euros por dormir en estas condiciones, soy una simple empleada y no la dueña de este sitio. Creo que podréis echar la tienda en cualquier lugar cerca del lago, si os dices algo pedir disculpas y recoger todo.´´ También nos advirtió de que en la televisión habían dicho que la tormenta iba a a ser una de las más fuertes del verano. Así fue.
Unos 500 metros después de la entrada del camping, echamos la tienda de campaña y la montamos en dos minutos. Estábamos protegidos por un árbol, nos cubría de la lluvia pero tengo entendido que no es la mejor idea cuando están cayendo rayos. No soy una experta en estas cuestiones, lo relevante es que afortunadamente no nos pasó nada. Algunas casas tienen el privilegio de estar al lado del lago, tiene que ser increíble despertarte por la mañana y tener esas vistas cuando te acercas a la ventana. No está al alcance de todos los bolsillos, pero nosotros tuvimos la suerte de disfrutar la misma imagen. Plantamos la tienda cerca del agua, en una parte alta para que no nos despertásemos duchados. ´´La puerta´´ daba a la orilla; fue genial abrir la cremallera y ver el lago en calma a la mañana siguiente. Un lujo, un hotel de cinco estrellas, gratis.

Nuestro ´´Hotel 5 estrellas´´
Pero antes pasamos una noche de truenos, rayos y el sonido de pequeñas olas que llegaban a la mini playa que teníamos a escasos metros. Fue el único día que hizo tan mal tiempo, aunque resultó ser hasta gracioso. Decathlon vende buenos productos, no entró ni una gota dentro de la tienda. Por la mañana, escuchamos que algunas personas practicaban deporte por el paseo marítimo. Me puse nerviosa, pensando que quizás alguien nos llamaría la atención por haber acampado sin permiso y no sabía muy bien qué decir. Lo curioso es que nadie hablaba italiano, todos conversaban en inglés, francés e incluso holandés. De repente, Maarten se empezó a reír muchísimo. Mi cara fue todo un poema, no entendía nada. Unos minutos más tarde me dijo que una pareja de jubilados (holandeses) que pasaron por ahí, habían dicho algo así como: ´´Oh, qué gran idea acampar aquí. Seguro que son jóvenes, me encantaría pasar una noche en este lugar.´´ Definitivamente, a nadie le importó que durmiésemos allí.

Una bañera original
Usamos el lago a modo de bañera. Después del viaje en tren y cargar las mochilas, necesitábamos una buena ducha. Desayunamos y desmontamos la tienda. Caminamos por el pueblo, conseguimos un Wifi por una calle y le di señales de vida a mi familia. Le mandé un par de fotos a mi madre y le encantó. Volvimos a la parada del autobús, compramos los billetes en un kiosko porque siempre sale más barato que pagarle directamente al conductor. Tardamos de nuevo casi una hora en llegar a Verona. Buscamos en internet un camping, queríamos olvidarnos de las mochilas por un rato y tener acceso a una verdadera ducha. Llegamos en autobús urbano y gracias a una mujer que vivía en la ciudad y curiosamente también era holandesa.

Desayuno: bocadillos de mortadela a las orillas del Lago de Garda
Pagamos 28 euros entre los dos. Los campings resultan caros porque cobran un impuesto por persona, el derecho a la ducha, la parcela, la tienda (absurdo porque era nuestra)… entre unas cosas y otras, casi treinta euros por dormir en el suelo. Nos indicaron nuestra parcela y tuvimos que subir y bajas escalones, aquello era rarísimo, el camping no era demasiado grande pero tenía como varios pisos y senderos. Sí, nosotros estábamos al lado de las caravanas pero las otras tiendas estaban en unas parcelas a las que se accedía bajando escaleras. Lo dicho, nunca he visto algo así.

Verona
Es maravillosa la sensación de tener la espalda libre. No concibo un viaje sin mochila, pero lógicamente se agradece el no sudar como un cerdo y poder descansar la columna. Aunque se lleven pocas cosas, todo cansa. Paseamos por la ciudad, aprovechando que no estábamos lejos del centro y las vistas desde el camping eran preciosas. Las calles empedradas, los edificios de otra época, el ambiente de los bares… realmente me encantó Verona y admito que me sorprendió, esperaba un lugar masificado y donde fuese imposible caminar sin chocar con un turista. Era turístico, pero no agobiante.
Nos merecíamos una cena decente. Después de comparar precios, decidimos comer en la terraza de un restaurante. Elegimos un lugar en el que se escuchaba más italiano que inglés. Nos atendieron muy rápido y siempre con una sonrisa, los camareros estaban acostumbrados a tratar con extranjeros. Maarten pidió pasta a la bolognesa y yo unos ñoquis vegetarianos. Delicioso y todo sabe mejor con helado y vino. Aquel día no eché de menos la mortadela con pan.

Verona

Verona
Nuestra siguiente parada era: Florencia. Una de las ciudades más famosas de Italia, la tenía fichada desde mi adolescencia y por fin iba a visitarla.
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