Viajo sola, no pido a gritos que me violen

He perdido la cuenta. No recuerdo la cantidad de veces que me han dicho que si salía a la ruta: ´´Laura, estás pidiendo que te violen´´. Sí, así de claro. Siempre nos dicen que los peligros están fuera de casa o lejos de tu zona de confort, imagino que es una mezcla entre: miedo a lo desconocido y vomitar los mensajes que vemos en la televisión, las escuelas o las lecciones que nos inculcaron nuestros padres. Todas recordaremos el clásico: ´´no aceptes caramelos de desconocidos´´. Sin embargo, pocos (ninguno) son los mecanismos reales que una niña tiene para defenderse de los abusos que ocurren de puertas para dentro.

Lo dicen las estadísticas, no yo. La mayoría de las violaciones, abuso me parece una palabra demasiado simpática para tratar este serio asunto, ocurren en el núcleo familiar o el círculo más cercano.  Y lo que me sorprende, con escándalo y absoluto asco, es esta cifra si la mayoría de las violaciones no son denunciadas. En España y cualquier sociedad, incluso los clanes más tradicionales, hay el puñetero tabú del incesto. Lo que nadie quiere nombrar, lo que no tiene nombre y lo más inhumano que se me puede ocurrir. 

A mi corta edad de 22 años, he escuchado uno, dos y más de tres testimonios de mujeres que han sido violadas. Lo más común es que ocurriesen en la infancia. Ninguna de ellas denunció. Cómo iban a hacerlo si el monstruo era un hombre con nombre, apellido y un lazo familiar o de amistad, ¿Qué herramientas tiene una niña contra un sistema que quiere volver invisibles las violaciones? Estamos poniendo el punto de mira donde no corresponde, la culpa no es de las personas que han nacido con órganos sexuales femeninos sino de los mal llamados hombres que pagan sus frustraciones con las más ´´débiles´´. Y efectivamente, también hay niños abusados. Una niña o un niño, son presas fáciles.

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Braga, Portugal

El juego de la culpa y la victimización es utilizado por los agresores para torturar, más, psicológicamente a las víctimas. Basta ya de mirar hacia otro lado, basta ya de no llamar a las cosas por su nombre y basta ya de pensar que los violares son personas con algún tipo de patología. Cuesta entenderlo, pero no son enfermos mentales. No tienen algo en su cerebro que no funcione, no son psicópatas aunque se comportan como tal y no son alcohólicos ni ludópatas. Son hijos del patriarcado. Muchos son hombres con un trabajo estable, una familia respetable y una reputación envidiable. Ojalá nos vayamos enterando de cómo es el cuento.

Por lo tanto, señores, los números me avalan. Si me pongo la mochila a la espalda y salgo al mundo, claro que es posible que me violen pero no caigamos en tópicos. A menudo me preguntan sobre mis viajes y la gente espera que diga que me acorralaron en una esquina a punta de navaja, me arrancaron la ropa y me violaron. Jamás me ha pasado algo así, he tenido suerte. A mí me enseñaron a protegerme, irónico que enseñen a las posibles presas a protegerse y no que las hienas dejen de serlo. No me meto por callejones oscursos, pago un taxi si estoy en una ciudad desconocida a altas horas de la noche, aviso a mis amigos o familia que he llegado a salvo, no hablo con personas que no me dan buena espina, cuando camino llevo el móvil en la mano y más de una vez he fingido que hablaba con alguien… Medidas de seguridad que también cumplo en la ciudad en la que vivo, el pueblo en el que nací o la aldea de la que salió mi abuela. No hay excepciones.

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Quiero ser libre, no valiente. Somos el grito de las que ya no tienen voz. Salar de Uyuni, Bolivia.

Voy con los ojos bien abiertos y alerta. Estoy acostumbrada. Y me da la risa (sarcasmo), porque nos estamos centrando en lo que pasa en las calles y no en los hogares o colegios. Desde la academia tampoco se sabe muy bien hacia qué dirección ir, se aportan ideas pero ninguna solución infalible. Por supuesto, no hay voluntad política para implantar las medidas que proponen los pedagogos, sociólogos, antropólogos, psicólogos… que dedican su vida a estudiar la violencia de género. Mal vamos si no lo cambiamos.

Las mujeres seguiremos escuchando que viajar solas es un suicidio, una aberración o una incitación a la violación. Nos meterán el miedo en el cuerpo, en lugar de empoderarnos y hacer que las calles y los hogares sean seguros. Y que si caes en desgracia, un tribunal te apoyará y condenará estos terribles delitos. Pero en España los casos prescriben y la burocracia es cómplice de la victimización y el juego de la culpa que sufren las mujeres.

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“No hay barrera, cerradura ni cerrojo que puedas imponer a la libertad de mi mente” Virginia Woolf

La gente pensará que lo más sensato es que yo no coja mi mochila y vea mundo. Quizás soy una idealista, una ingenua o no tenga dos dedos de frente; lo único que tengo claro es que en casa no me quedo. Pienso seguir echándole un pulso al patriarcado, apoyar a otras mujeres para que viajen y no esperen el falso ´´buen momento´´ y en mi vida académica-laboral continuaré dedicándome a la Sociología del Género. Existen demasiados tópicos en torno a las mujeres mochileras y ya es hora de que nos respeten, nos cansa escuchar siempre la misma historia. 

Claro que voy a protegerme, sé que si yo no lo hago nadie lo hará: ni el gobierno ni este sistema patriarcal que no entiende de fronteras. Si me violan, lo primero que escucharé será a alguien dudando de mis palabras; a lo cual añadirá que yo hice algo para causar esa situación. Resumiendo: la culpa es tuya Laura. Un pésimo diagnóstico. Recuerdo las palabras de una mexicana: ´´siempre que salgo de mi casa de DF, intento ir con bragas limpias y un sujetador bonito. Además le dejo doble ración de comida al perro y agua. Lo hago por si no vuelvo a casa; porque un desgraciado ha decidido cruzarse en mi camino, me ha violado en la calle, mientras la gente mira hacia otro lado, e incluso me mata. Me preparo por si al día siguiente sale mi foto en un periódico sensacionalista y la gente comenta: muy guapa, pero qué  ´´puta´´ era.´´

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Coimbra, Portugal

Sus palabras fueron duras y claras al mismo tiempo. Prefiero coleccionar experiencias y atreverme a salir por la puerta de casa, en realidad, ningún lugar es seguro para las mujeres. Solo podemos seguir luchando, hablar de lo que no quieren que hablemos y ser el grito de las que desgraciadamente ya no están. Jamás dudaré del testimonio de una mujer, que ha tenido el valor de contarme el infierno que ha pasado. Mis ojos la verán como una luchadora, no como una víctima indefensa y débil. Las personas pueden mentir, pero usemos la estadística para algo más que decorar libros de economía. Y en la medida de lo posible, continuaré trabajando y peleando para que las mujeres podamos estar seguras en nuestros hogares, nuestros trabajos y en la calle. No queremos ser valientes, queremos ser libres. Es un proyecto ambicioso, a la vez que justo y necesario.

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Ser mujer mochilera no es una locura. Confío en que algún día, las mochileras no seremos vistas como especies exóticas y casos aislados. Ni tengamos que leer que dos mujeres viajan ´´solas´. No necesitamos que nos defiendan terceras personas, sino que se nos reconozca como sujetos de plenos derechos. Sueño con ese momento.

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