A casa da Neveira: excavación arqueológica olvidada

Xermade actualmente es un concello olvidado, pero en el pasado fue un punto imprescindible entre Mondoñedo y Ferrol. Pasaba el camino real, uniendo la capital política con el puerto. No es casualidad que se construyese una nevera en este lugar estratégico, era ideal para fabricar el hielo necesario para la conservación de alimentos y así poder comercializarlos en Ferrol. Se cree que la nevera data del Siglo XVI y fue utilizada hasta el XIX.
Su función era contener la nieve que caía en invierno, después los trabajadores la trataban hasta conseguir hielo. Esta materia prima era fundamental en aquella época. Teniendo en cuenta estas primeras pinceladas, parece obvio el valor histórico de esta pequeña parroquia de Xermade: Lousada. Una gran forma de fomentar la economía, el crecimiento de la población y el prestigio de la comarca, es conservar y consolidar este yacimiento arqueológico. No debería permitirse el olvido de parte de nuestra historia.

Primer día: llegada a la neveira
Galiza cuenta con numerosos yacimientos arqueológicos. Miles de años de historia enterrada, que desgraciadamente, continuará estándolo si la administración no invierte dinero en futuro y cultura. El arqueólogo está solo en el mundo, sin medios económicos ni reconocimiento social. Me quedó claro en estas dos semanas de trabajo, esta profesión es vocacional. Indiana Jones ha hecho mucho daño, presentando una imagen de caza recompensas. El arqueólogo está lleno de tierra todo el día, trabajando con su equipo y optimizando los pocos recursos con los que cuenta. No todo es excavar ni manejar un minúsculo pincel. Nos explicaron minuciosamente todo lo que teníamos que hacer, tanto la parte de arqueología como de restauración. El equipo de profesionales trabajando codo con codo con los voluntarios. Aquí, no hay peleas para salir en la foto.

El equipo de arqueólogos ayudando a los voluntarios

La mejor definición de trabajo en equipo
Y evidentemente, admitiendo que me sale la deformación profesional, esta clase de proyectos deben ir acompañados de la antropología. Este campo de trabajo es especial por ese motivo, porque combina la arqueología con la antropología. No puede deconstruirse la historia si no se tiene en cuenta a los autóctonos. Ellos son los que realmente conocen su lugar de residencia, han caminado por sus montes y han escuchado relatos históricos toda la vida. Los vecinos, como otras muchas personas, no le dan importancia a su gran sabiduría. No todo debería reducirse a un número determinado de títulos colgados en una pared. El saber va más allá.

Neveira, últimos días. La parte principal de la foto, se cree que era un anexo que podría servir para guardar las herramientas o el lugar de descanso de los trabajadores. En la casa de Luz, una vecina, se ha encontrado un muro similar que podría servir para explicar qué forma tenía y para qué servía. Nada es casualidad.
Para entender cómo funcionaba la nevera, conocer sus orígenes, e intentar explicar qué forma tenía y el porqué, es imprescindible que los vecinos de Xermade ayuden a los ¨profesionales*¨. Yo, que estudio actualmente antropología, jamás entendería un proyecto de estas características que no pregunta, respeta o comparte sus conocimientos con los vecinos del lugar. Esa arrogancia, etnocentrismo y elitismo no puede aceptarse. A través de los mitos, leyendas y anécdotas, conocemos una parte de la historia que no aparece en los libros de texto. Nada es casualidad, ni la toponimia ni los cuentos de viejas*.
Siempre que realizaba entrevistas a los vecinos de Xermade, se mostraban sorprendidos por mi interés. No entendía por qué una chica de ciudad estaba interesada en sus recuerdos y anécdotas. Es la parte que más me gusta de mi trabajo, demostrar que no hay barreras entre los académicos y el pueblo. Nosotros, los universitarios, tenemos en nuestras cabezas marcos teóricos y un contexto sociopolítico; ellos, el pueblo, tiene el saber popular transmitido durante generaciones, discursos que no han sido contaminados por los poderosos y voz para hablar sobre lo suyo con legitimidad. Son un libro abierto, aunque muchos han intentado cerrarlo. Los ignorantes, somos nosotros.

Trabajos de restauración. El equipo de profesionales, siempre disponible y con una mano tendida.
Todos los que participamos en este campo de trabajo, disfrutamos de nuestra labor. Había gallegos, vascos, andaluces e incluso chinos. El equipo de arqueólogos y antropólogos estaba entusiasmado con este proyecto. De verdad, me sorprende su entrega y amor por la profesión. Me encantaría pensar que con iniciativa de este tipo, personas como Luz, Pérsida o Antonio, dejarán de ser invisibles. La nevera no son cuatro piedras sin importancia en medio del monte. La administración está ciega si no ve el potencial de esta comarca, que guarda un trozo de historia en cada rincón.
He aprendido muchísimo a nivel profesional, pero es imposible no implicarse personalmente. Todos los vecinos abrieron las puertas de sus casas, cuando nosotros no éramos más que una panda de desconocidos. Ese cariño, hospitalidad y humildad, hace que me emocione. La antropología es esto, sentir que eres uno más y abrir los ojos a una realidad que hasta el momento era desconocida.

Primer día de trabajo. Retirada de la vegetación y las piedras. Este fue el tercer año del campo de trabajo, puedo asegurar que el primer año trabajaron sin descanso para conseguir el actual aspecto.

Octavo día de trabajo. Miranda, una estudiante vasca de Bellas Artes (sudadera azul), se encargó de dibujar todos los muros. Me pareció curioso que además de la fotografía, se emplease el dibujo, pero es necesario para tener conciencia de los pequeños detalles. Helena, es una joven arquitecta y vecina de Xermade, que desinteresadamente nos explicó su labor en la neveira.