Buenos Aires, la quinta provincia de Galicia

Buenos Aires, la tierra prometida de principios del Siglo XX. Por todos es sabido lo ligada que está la historia de Galicia con Argentina, el país que le dio cobijo a numerosos republicanos, intelectuales o simples trabajadores que huyeron de España para poder darles un mejor futuro a sus hijos, vivir en libertad y encontrar un empleo que les permitiese comer. En esa época al menos un tercio de los gallegos subieron en un barco y partieron hacia las Américas.

Familias enteras cruzaban el charco

La Guerra Civil española (1936-1939) hizo que la emigración aumentase y la lista de exiliados es gigante. México dio asilo político a numerosos niños de la guerra –Por ejemplo en Morelia- huérfanos cuyo único pecado eran ser hijos de quienes pensaban diferente a un Régimen Autoritario. Rusia apoyó al bando republicano en el conflicto bélico y después permitió que muchas familias salir del país y no fuesen fusiladas. Mientras Alemania e Italia eran files amigos de Franco y su ejército Nacional, mejor no preguntar a los vascos sobre Guernica porque basta con ver el famoso cuadro que pintó Picasso. Argentina o Venezuela recibieron  en esos tiempos inmigrantes procedentes de diversos puntos del planeta: España, Siria, Italia, Alemania… Muchos de ellos se encontraban en las mismas circunstancias que los gallegos: Se les había negado la libertad, el trabajo, la dignidad y no podían poner un plato sobre la mesa.

 

Los niños de la guerra

En el mejor de los casos la familia completa se iba y comenzaban una nueva vida en aquel continente desconocido. Lo más común era que se fuese el padre y en cuanto consiguiese el dinero suficiente, tras mucho esfuerzo y sacrificio, compraba el pasaje para su mujer e hijos. Podían pasar años sin ver a sus seres queridos, por culpa de la situación en la que se encontraba el país se perdían muchos momentos como podía ser ver crecer a sus primogénitos. El único contacto posible era enviarse cartas, las cuales serían revisadas por los secuaces de ese Régimen Autoritario que gobernaba España, tenían que ingeniárselas para que no censurasen y eliminasen la correspondencia al llegar al destino. Cualquier apología a la libertad, la felicidad de poder vivir en un país diferente o la mínima sospecha de ser de la oposición significaba que podrías ser interrogado o algo peor. En eso se basaba el territorio español, en el miedo.

Mi familia no fue la excepción, tuvieron que separarse, hacer las maletas y tomar un barco hacia Argentina. Recuerdo una tarde lluviosa de otoño a mis once años en mi Galicia natal, estaba en la casa de la aldea de mi abuela –el equivalente a un pueblo de no más de 100 personas perdido en medio del campo- y subí al desván en busca de cosas antiguas ya que siempre me han llamado la atención. Había un gran baúl lleno de recuerdos de otra época, fotografías en blanco y negro y cartas destrozadas por la humedad típica de mi tierra. Me senté y comencé a revisar lo que tenía en mis manos aunque muchas de esas personas no las conocía o la letra era difícil de descifrar.

Empecé por las fotografías de las cuales algunas eran de la década de 1920 e incluso anteriores. Pude ver hasta los padres de mis bisabuelos, todo un lujo fotografiarse en esos años, no sé las calamidades que tendrían que pasar para poder entregarle ese recuerdo a mi tatarabuelo antes de subir a un barco cuyo destino era Argentina. Aquel señor que vestía extraño, tenía bigote y era moreno jamás regresó a su patria. Trabajó hasta el fin de sus días en Buenos Aires para proporcionarle un mejor futuro a su familia. Había fotos de 1936, por ejemplo una amiga de la hermana de mi bisabuelo aparecía en medio del campo en el mes de abril con su vestido nuevo. Nadie se esperaba que en julio comenzase una Guerra Civil que enfrentó a hermanos, dejó miles de fusilados en las cunetas, separó familias con el exilio y condenó a un país a cuarenta años de represión, hambre, miedo e ignorancia.

Vigo (Pontevedra) en 1926
Vigo (Pontevedra) en la década de 1920
Abril de 1936
Principios del siglo XX

En las fotografías de la década de los cuarenta y los cincuenta se podían ver otros escenarios. Algunos miembros de mi familia se habían ido ‘’a hacer las Américas’’ o trabajaban en Europa, Reino Unido por ejemplo o Alemania. Desde niña sentí admiración por Latinoamérica y tenía ganas de visitar todos esos lugares, me fijé en aquel viejo Buenos Aires donde un señor rubio en traje se fotografiaba y mandaba noticias a los que se quedaron en su querida Galicia. Los mensajes que aparecían en el reservo estaban en clave para que no fuesen censurados, escribía frases como: ¡Estoy en La Plata donde no hay ningún Paco (Se refería al dictador Franco)!.

Un gallego recién llegado a Buenos Aires (1940)
Mar de la Plata en 1951
Mar de la Plata 1951
Buenos Aires en 1947
Familia de Argentina en la década de 1950

Mientras ellos estaban en un país con libertad y que en ese tiempo era próspero, el sueño de cualquier español, los que se quedaron a este lado del charco tenían que trabajar sin descanso para poder alimentar a sus hijos. En 1950 terminaron la casa en donde me encontraba yo en ese momento. Durante años fueron al río a recoger las piedras con las que estaba hecha, el barro y consiguieron la madera. Todos ayudaban, desde los vecinos a los más pequeños  que no llegaba ni a los diez años. No era algo excepcional, en Galicia casi todos los de esa generación construyeron ellos mismos sus hogares sin conocimientos de arquitectura ni dinero. Era un orgullo poder ver finalizada la obra y así se veía en la fotografía que hicieron el día que pudieron entrar por la puerta principal. Era impresionante las diferencias que se veían entre una ‘’lareira’’ tradicional gallega y una cocina venezolana con todos los electrodomésticos necesarios. Aquí se seguía yendo al lavadero si querías tener ropa limpia, no había agua corriente y poder encender la luz suponía un lujo.

Una amiga de la familia en Caracas (Venezuela) en 1953
Una aldea en medio de Pontevedra. La casa (foto de la década de 1950) donde encontré todos estos tesoros, muchos años después.

En la pila de papeles que encontré había de todo. Cartas de admiradores de mi abuela de la década de los sesenta, sus calificaciones del colegio que por cierto eran todo sobresalientes (daba igual tener que levantarse a las seis de la mañana para llevar a pastar las vacas y después ir a clase, pasaba por delante de los hijos de los caciques), correspondencia de Argentina diciendo lo bien que vivían en el hemisferio sur, antiguas facturas o el carné de identidad de mi bisabuela donde ponía que se dedicaba ‘’a sus labores’’ y había una especie de visado que la autorizaba a viajar por la provincia de Pontevedra sin su marido… Desde luego que las casas antiguas guardan sus secretos, hace poco en un viejo escritorio encontré un falso fondo, allí había de todo: declaraciones de la renta que databan de 1942, antiguos impuestos (en realidad el diezmo) e incluso el carné del sindicato donde militó mi bisabuelo. Un regalo que no me esperaba, si no me hubiese fijado, probablemente ese mueble lleno de termitas y sus tesoros habrían acabado en la hoguera.

Por todo ello, Buenos Aires está en el corazón y el recuerdo de muchos gallegos. Los argentinos compartieron en pan con nosotros, por ello debemos estar siempre agradecidos. Probablemente yo no estaría escribiendo estas líneas sin su generosidad. Me gustaría pensar que de algún modo Galicia también le ha devuelto un poco de lo que ellos nos dieron. Nuestra literatura, dichos, películas o música reflejan ese pasado y esa historia compartida con Argentina y otros países latinoamericanos. Y tres generaciones más tarde ahí estaba yo, en Buenos Aires tras sobrevivir a nueve horas de autobús con el aire acondicionado al máximo a tope. En aquel momento sentía una mezcla de alegría, cansando y atontamiento… pero era un hecho, estaba en Buenos Aires.

Estaba contenta por poder conocer una parte tan importante de la historia gallega, la tierra que le dio la oportunidad de mejorar a mi familia entre otras muchas. Proporcionó estudios universitarios a hijos de labregos. Editó los libros en gallego que en España estaban censurados ya que renegaron nuestra lengua a un ‘’dialecto’’ del castellano cuando es más antigua que éste. Cómo no le vamos a tener un cariño especial los gallegos a Latinoamérica si compartió su pan con los forasteros, algunos de ellos preparados y otros muchos analfabetos pero con ganas de trabajar y progresar. Desde siempre Galicia ha sido una tierra de emigrantes, el gobierno central jamás se ha preocupado de esta comunidad autónoma del norte y hoy se siguen viendo las consecuencias, como si estuviésemos en Juego de Tronos y literalmente al otro lado del muro. La juventud continúa marchando hacia Reino Unido, Alemania o cualquier país que le ofrezca un trabajo y un porvenir, pero esta vez nos vamos con un título bajo el brazo. Los de la quinta de mis abuelos se fueron a Argentina -que desgraciadamente a partir de la década de los setenta entró en continuas crisis económicas, políticas y sociales-, los del baby boom (década de los sesenta y setenta) partieron hacia Suiza y actualmente mis padres ven que se repite la historia con nosotros los jóvenes, nos despedimos en el aeropuerto con un billete de ida pero no de regreso. Normal que exista la idea de que todos los gallegos tenemos ‘’morriña de nuestra tierra’’.

El primer licenciado en Medicina de una familia de labregos (Caracas en la
década de 1950)

Buenos Aires era y es una ciudad cosmopolita, gigante donde viven personas de múltiples nacionalidades. Es muy común encontrarse con descendientes de gallegos, me encontré con numerosos restaurantes que se anunciaban en nuestra lengua y preparaban deliciosos pulpos/polbos á feira. Me encantó esa mezcla de culturas o la libertad de poder decir lo que quieras y expresarte como desees sin temor a ser juzgado, algo que en un pueblo es más difícil porque todos están pendientes de la vida del vecino. Por unos días disfruté de sus calles, pasé mi primer fin de año lejos de casa e incluso me reencontré con un viejo amigo de la Facultad que ahora estaba trabajando en Buenos Aires, también era gallego.

Si quieres leer mi visita a Buenos Aires, dale al siguiente enlace: Día 10: Buenos Aires y la mochila

Si quieres leer más cosas sobre mi viaje por Argentina o Latinoamérica, aquí dejo los enlaces:

3 Comments on “Buenos Aires, la quinta provincia de Galicia”

  1. «Por todo ello, Buenos Aires está en el corazón y el recuerdo de muchos gallegos.»
    Y Galicia está en el corazón de todos los porteños.
    Y cuando la situación se revirtió, la mayoría de los argentinos eligieron a Galicia para vivir, escapando de la dictadura o de las muchas crisis económicas que hemos tenido.

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    • Hola Pablo;

      Muchas gracias por tu comentario. Está claro que todos los gallegos tenemos algún pariente en la ciudad de Buenos Aires, empezando por mí. Por ello, me hizo mucha ilusión visitar la ciudad y pensar que setenta años atrás, mi bisabuelo paseó por esas calles. Muchos fueron los que tuvieron que exiliarse, por motivos políticos o económicos. No olvidamos que Argentina compartió su pan con nosotros.

      Te mando un abrazo desde el otro lado del charco!
      Laura.

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